Arturo Franco y Fabrice van Teslaar, en colaboración con el arquitecto de interiores Diego Castellanos, son los autores de la rehabilitación de 2.700 m2 de superficie destinados a diferentes usos.

El proyecto arquitectónico explora las posibilidades de rehabilitación de la ruina en la que se encontraba el edificio y aporta una mirada nueva sobre la actuación en el patrimonio histórico que reduce al mínimo necesario la intervención.El concepto base del proyecto es la búsqueda de un equilibro entre el respeto por la identidad del propio lugar y la incorporación de nuevos elementos para lograr transformar su funcionalidad. Para ello, se optó por el uso de materiales industriales en bruto o con modificaciones mínimas.

La intervención mereció el Premio de Rehabilitación de Edificios de la XXI edición de Premios de Urbanismo, Arquitectura y Obra Pública 2006 del Ayuntamiento de Madrid y en 2018 recibió el Premio COAM +10.

De planta rectangular y una extensión de 881m2, la antigua cámara frigorífica del matadero municipal conserva su disposición arquitectónica original, constituida por 36 pilares de hormigón armado que se distribuyen en cuatro filas y que dividen el espacio en cinco naves. Sobre los pilares de la nave central descansan nueve arcos de herradura, que sostienen una bóveda de ladrillo. Este espacio todavía conserva su aspecto y su pavimento original de baldosa hidráulica, así como las huellas de un incendio sucedido en la década de los 90. Mediante una intervención mínima de conservación y consolidación de elementos se ha mantenido el carácter íntimo de este espacio, característico por su estructura diáfana de arcos volados y columnas.

La actuación llevada a cabo en la Central de Diseño consisitió en mantener la fuerza de la propia descomposición constructiva de los elementos incorporando materiales reciclados y reciclables: policarbonato desmontable para el muro luminoso, bandejas industriales de parachoques reciclados en el suelo, hierro galvanizado y vidrio. Este complejo en forma de L acoge regularmente exposiciones, festivales y talleres y en sus distintos ambientes se integran además un aula, espacio para oficinas y almacén.

Este conjunto escénico de 5.900 m2 (Naves 11 y 12) es fruto del trabajo de colaboración interdisciplinar del director de teatro Mario Gas, el escenógrafo Jean Guy Lecat (que ha trabajado con Peter Brook transformando dispares localizaciones —un depósito de gas, una cantera o una fábrica abandonada— en insólitos espacios escénicos), el técnico escenógrafo Francisco Fontanals y el arquitecto municipal Emilio Esteras. La intervención, guiada por los principios de reversibilidad, flexibilidad y versatilidad, permitió dotar al espacio de múltiples configuraciones escénicas, introduciendo nuevos elementos y materiales (policarbonato y estructura de andamio) que se yuxtaponen a los existentes y permiten una clara lectura de las intervenciones. En 2009 se incorporó al conjunto escénico un nuevo espacio, la Nave 10, cuya readecuación fue obra del arquitecto Justo Benito.

Esta nave está formada por un espacio polivalente en el piso superior, llamado El Taller, y una oficina en la planta baja. El proyecto arquitectónico parte del respeto a la configuración espacial original para realizar una intervención muy efectiva a través de pocos elementos. Los espacios interiores se revisten con tejas planas aparejadas, recuperadas de una cubierta en mal estado. La cubierta original de teja se reemplaza y el conjunto se refuerza con un acabado del interior de vigas de madera recuperada. Lo más innovador de toda la obra es que se trata de un proyecto bioclimático: la teja contribuye al confort térmico, acústico y sostenible del edificio, que ha sido reinventado con elementos pertenecientes a su entorno.

Matadero Madrid, además de contar con edificios singulares, cuenta también con espacios exteriores entre naves que son igualmente interesantes por sus dimensiones y calidad urbana. Los dos grandes espacios peatonales, Plaza Matadero y Calle Matadero, funcionan como gran ágora y foro del centro cultural. Son dos espacios de acceso público que articulan la distribución de las diferentes instituciones que conviven en Matadero y permiten el acceso desde distintos puntos: la Plaza de Legazpi, el Paseo de la Chopera, la Junta de Arganzuela y Madrid Río. Calle Matadero se configura como una calle con prioridad peatonal, de adoquín y aceras de granito en el mismo plano, idónea para la circulación de visitantes y el disfrute al aire libre. Plaza Matadero es un gran espacio vacío y libre, sin arbolado, que no tiene equivalente en la ciudad de Madrid y que se ha convertido en un lugar icónico para actividades al aire libre de gran escala como conciertos, festivales y mercados..

La Nave 16 es un espacio versátil de más de 4.000 m2 dividido en módulos independientes por grandes paneles de acero, cuya funcionalidad móvil mediante giros sencillos, garantiza la polivalencia del espacio y dota a la nave de versatilidad lumínica y ambiental adaptable a la actividad que se desarrolle en su interior. De este modo, el proyecto arquitectónico transformó la nave en un gran espacio polivalente y, a la vez, en un conjunto de cinco espacios independientes de menor tamaño. Los paneles de acero de gran altura, por su cromatismo y textura, contrastan con el carácter tectónico e imperecedero de la envolvente de la nave, conformada en piedra y ladrillo. Cuando los paneles se abren, la envolvente integra en su interior una característica estructura de finos perfiles metálicos.

El depósito elevado de agua fue restaurado y consolidado estructuralmente para conservar este elemento icónico del recinto que, liberado de su funcionalidad original, constituye un hito visual y es uno de los principales elementos de comunicación del centro cultural. Un nuevo sistema de iluminación, la rotulación de la cuba y la adecuación del vaso del depósito como espacio de acogida definen este acceso público a Matadero Madrid desde Legazpi. El depósito alberga un jardín de plantas seleccionadas en una plataforma situada entre los pilares del fuste.

La intervención realizada en Cineteca Madrid, de 2.688 m2, conserva la estructura espacial existente, distribuida en cinco espacios distintos: dos salas de cine, un plató de rodaje, un archivo, una cantina y una terraza con posibilidad de proyección. Lo antiguo y lo nuevo conviven en una atmósfera sombría en la que la luz artificial de los leds y las proyecciones se convierten en un elemento fundamental. Destacan dentro del complejo las cestas tejidas con mangueras de riego que se configuran como un elemento luminiscente que alimenta de luz los techos de las salas de cine y del archivo.

La esencia de este proyecto arquitectónico es la conectividad de personas, tanto público general como profesional, ideas, espacios y lugares. Las naves 13 y 14, de corte longitudinal, se conectan transversalmente mediante puentes de vigas de hormigón pretensado, provocando el encuentro entre las dos estructuras. La Casa del Lector, con sus más de 8.000 m2, acoge actividades literarias que abarcan desde el papel impreso a los nuevos soportes comunicativos; de lo lingüístico a lo audiovisual, con especial interés en el papel desempeñado por las nuevas tecnologías y soportes. Para el desarrollo de su actividad, la Casa del Lector cuenta con aulas de formación, biblioteca y área de consulta, talleres, salas de motivación lectora, sets de radio y TV, sala de exposición y auditorio con capacidad para 300 personas.